lunes, 16 de julio de 2007

Viaje a Cuba: primer día, 5 de julio

(Sigo con las notas que tomé en mi viaje a Cuba, del 5 al 12 de julio, con mi mujer Rana y mi cuñada Maiada.)

Nos hemos pegado un madrugón tremendo, así que el día se nos pondrá cuesta arriba (despegamos a las 7 de la mañana). El viaje es un poco aburrido pero no se me hace largo. La comida (bocata) en el avión hay que pagarla, cosa que escandaliza un poco a Rana (a mí no tanto, si fuera incluída la pagarías igual con el billete). De todas maneras, nos sorprenden cuando nos dicen que la tenemos gratis por ir con un paquete de vacaciones.

En el primer avión, Montreal-Toronto, Rana lee en el periódico que le toca mal horóscopo, pero a mí bueno. Así que si nos estrellamos yo sobreviviré, pienso en broma. El periódico cuenta más abajo que un cinco de julio hace más de treinta años, un avión de Montreal a Toronto se estrelló al aterrizar. Como me ha tocado al lado de la puerta de emergencia, durante el viaje hago doscientas bromas sobre abrirla de prueba, salir a tomar aire, etc. En el segundo avión, a La Habana, tenemos un montón de turbulencias, y mi cuñada se pone nerviosa pensando que no es normal. Yo me enfrasco en el libro que he traído, "El Tao de la Física", me leo la mitad y me quedo enganchado.

Aterrizamos, aduana y maletas van rápido. Nos espera un tipo de Air Canada, para recibirnos y llevarnos al hotel. Hace calor húmedo y pegajoso, aunque está un poco nublado. En el rato que tardamos en llegar al hotel, saco montones de fotos, y me llaman la atención tres cosas:

  • Todo alrededor del aeropuerto y carreteras está lleno de palmeras y mucho verde, hasta poco antes del centro de la ciudad; allí el verde se limita a dentro de las verjas de las casas, pero también abundantemente.


  • Casi todos los coches que vemos son muy antiguos, desde coches rusos pequeñitos hasta grandes americanos de los años cincuenta. Hay algunos modernos de marcas variopintas, europeos, asiáticos, etc.



  • Cada poco hay un cartel al lado de la carretera, pero en vez de anunciar algo para que compres, los ha puesto el gobierno y tienen eslóganes pro-revolución, fotos de "prisioneros del imperio" (sus historias no las conozco), Fidel diciendo "Vamos bien" (cómo me recuerda a alguno), carteles contra el "Plan Bush" (¿?), animando al consumo responsable y ahorro, y hasta alguno con una foto de Chávez.

Por el camino pasamos por delante del memorial a José Martí, ídolo cubano (gracias a la guía que llevamos, ahora sé que fue el líder de la independencia de Cuba cuando era colonia española).

En el hotel nos reciben muy bien, nos dan una gran habitación con tres camas en el piso ejecutivo (piso veinte, buenas vistas). Rana y Maiada se quedan echando una siesta (hemos llegado a las dos de la tarde) y yo salgo a cambiar dinero, a reconocer el terreno y a comprar un cuaderno para escribir lo que vaya viendo. Cambio el dinero y ya fuera del hotel me doy cuenta de todo el que llevo, me preocupo un poco pero recuerdo que todos me han dicho que en Cuba no corro ningún peligro siendo extranjero, así que elijo fiarme y me tranquilizo.

En un mercadillo cercano, me acusan los vendedores (y una cubana que se hace la juguetona para acabar pidiéndome un peso). La excusa de haber dejado el dinero en manos de mi mujer es la que mejor funciona. Por cierto, ha sido curioso notar mi reacción cuando me han ido pidiendo dinero: lo primero que me sale es el "no" automático ya aprendido, pero luego he pensado que aquí son más pobres, así que he acabado dando un poco aquí y allá. Y me he comprado un sombrero, que no traje nada para el sol.


Dando vueltas por las calles veo a cubanos de todos los tamaños y colores. Veo coches pequeñitos llenos de gente, porque como andan escasos de combustible según la guía, llevar a autoestopistas y compartir el coche es una labor social de la que todos están concienciados. Otra consecuencia son los autobuses abarrotadísimos. Por cierto, hablando de autobuses, en poco tiempo he visto ya dos autobuses escolares amarillos de Quebec (lo sé porque todavía tenían el cartelito de "Écoliers"), dos autobuses alemanes, y uno que decía "Transports de Barcelona". Así que aquí acaban comprando, supongo, lo que en otros sitios se desecha porque se va renovando.


He podido ser testigo del famoso piropeo cubano, en su máxima expresión: una linda cubana parada esperando en la acera, un camión con media docena de chavales subidos en el trailer, que empiezan a decirle cosas... el conductor se para, y los siguientes cinco minutos están llenos de piropos sin parar, con distintos niveles de grosería, para la chica que los ignora completamente. Misión cumplida, el camión arranca y se va.

La última parada de mi paseo es una papelería donde he comprado este cuaderno y un bolígrafo (80 centavos, que vienen a ser 90 centavos canadienses). Si las dos bellas durmientes han descansado ya, iremos espero a dar una vuelta juntos y buscar dónde cenar (me han recomendado dos sitios en el hotel, que supongo no serán baratos; hemos oído que se puede comer baratísimo, veremos).

Hemos cenado en una paladar, como llaman aquí a las casas de comida particulares (una familia pide una licencia y con ella puede dar comidas). Nos gustó mucho la comida y fueron muy amables. La anécdota fue pedir café, y un rato después ver al que nos servía al otro lado de la calle, yendo a comprar café. Volvió tres cuartos de hora después, un ejercicio de paciencia para nosotros, aunque tampoco nos importó porque estuvo lloviendo un buen rato. El precio, como en casa: cuarenta pesos los tres.

Luego fuimos a andar un rato. Íbamos por el malecón y un cubano se nos acercó, se puso a caminar con nosotros y a contarnos dónde ir, y se ofreció a enseñarnos un par de sitios. No supimos negarnos, así que acabamos de noche por oscuros callejones. El tipo era simpático, pero el sitio no nos inspiraba mucha confianza; fijándonos más, vimos que la desierta "calle principal" donde nos llevó estaba en realidad llena de habaneros matando el tiempo; nos había llevado a ver cómo la gente vive allí. Cómo habiamos caminado mucho le dijimos que volvíamos al hotel, esquivando sus muchas sugerencias de fiesta y mojito (además Maiada tuvo que fintarle sus empalagosas amabilidades). Como el tipo me contó más veces de las necesarias que tenía una hermana pequeña que necesitaba leche, y como fue tan amable, le di cinco pesos al final. Quería venir a buscarnos al día siguiente...

Acabamos el día con un mojito en el hotel, y empecé a pensar que esos precios tan baratísimos igual son un mito y mejor nos vamos haciendo a la idea de que el turista paga como en cualquier otro sitio.

1 comentarios:

... y Mayrin M.M dijo...

Muy buena la descripción de tú viaje a Cuba.He tomado prestado un pequenno párrafo ilustrativo para recomendar tú trabajo a los lectores de mi blog:
http://www.realidadmia.blogspot
Un blog que trata sobre el trismo en Cuba.
Gracias.