martes, 24 de abril de 2007

Alegrías

Estos días han sido completitos, en contraste con las últimas semanas sin novedades. Para empezar, el viernes, a pesar de la pelea con mi contable que ya he contado, al menos me enteré de que me devuelven muchos impuestos que he pagado. El fin de semana lo pasé, empezando por el sábado, con amigos por ahí; y encima el domingo organicé una comida en casa (con tortilla como no podía ser menos), aprovechando que el buen tiempo me deja usar el tejado.







Lo pasamos genial, el único punto negro fue que Rana se enfadó conmigo porque no tenía la casa limpia (sólo me faltaba medio salón por fregar, porque me levanté tarde y anduve limpiando y cocinando a la vez). Claro que es verdad que si hubiera tenido la casa limpia de antes... pelillos a la mar.


Además, ¡¡ayer me enteré de que soy tío!! (De prestado claro, que mi hermano todavía tardará un poco en darme esas alegrías). Es increíble cómo pasa el tiempo...

Y para empezar bien hoy, he podido ver online la evaluación que me han hecho los alumnos, y parece que están muy contentos conmigo. Lástima que las notas no hayan sido buenas, lo siento por muchos, pero poco puedo hacer. Bueno así termina mi aventura como profesor durante algunos años al menos, porque en Austria no voy a dar clase sin hablar alemán.

viernes, 20 de abril de 2007

Malditos papeleos

En España nunca tuve que hacer declaración de impuestos, porque nunca tuve un contrato (el eterno becario). Pero aquí sí, y casi todo el mundo paga a un contable para eso, porque hay que hacer dos declaraciones, una federal y una provincial. Yo lo hice el año pasado, con el contable de mi jefe, y pagué mucho más que casi todos mis amigos. Así que este año, Emmanuel me pasó el teléfono del suyo.

Fui ayer, y le di todos mis papeles. Me pidió $100 (el año pasado sólo pagué 87), le dije que me parecía mucho y me dijo que de 80 no bajaba; acepté. Le di 40, apuntó que le debía otros 40, y me dijo que viniera puntual a las 9 de la mañana siguiente (me dijo que fuera puntual, sin exagerar, como unas 25 veces). Un tipo raro, y no barato, pero ya que estaba allí y no quedan muchos días, pensé que mejor aceptar.

Cuando llegué esta mañana, me pidió el resto del dinero y se lo di. Y entonces, sorpresa doble: no había hecho los papeles, los iba a hacer conmigo allí. Y encima... ¡me dice que son 100 y no 80 por hacerlo! Me pillé un gran cabreo, grité, discutí, insistí, y el tipo se negaba en redondo. ¿Qué iba a hacer yo, teniendo él mis papeles y mis 80 dólares en el bolsillo? Me lo pensé un momento, decidí y me tranquilicé. Saqué 20 de mi cartera, se los ofrecí, y cuando estaba a punto de cogerlos, se los quité de delante, los puse en mi bolsillo de atrás y le dije que se quedarían ahí hasta que hiciera su trabajo.

Me pasé la siguiente hora sentado tranquilamente, viéndole meter los números, escuchándole decir de vez en cuando que él es muy bueno y que aquello es difícil (porque se me ocurrió decirle que probablemente podría haberlo hecho yo mismo). De vez en cuando imprimía alguna hoja del formulario y comprobábamos dos veces que los números cuadraban con mis recibos.

Después de una hora, el tipo juntó los formularios, los grapó, metió todo en dos sobres, puse una goma elástica, se levantó... y dejó mis papeles en una estantería en la otra punta de la habitación. Le pregunté y me contestó que le debía 20 dólares. A esas alturas, a pesar del cabreo no me importaba ya mucho el tema, así que saqué el dinero, lo puse en la mesa y cuando estaba a centímetros de cogerlo se lo quité (me estaba pareciendo divertido el jueguecito de la zanahoria). Le miré a los ojos y le dije: "no me fío de tí, dame los papeles". Se dio la vuelta, los cogió y los puso dentro de un cajón: a cabezota no le iba a ganar yo.

Me levanté, me fui al extremo opuesto de la habitación, saqué el dinero y lo puse sobre un mueble. Él cogió los papeles, abrió la puerta de su apartamento (por un momento pensé que los iba a tirar), cambió de opinión y se volvió para asegurarse que el dinero estaba allí, volvió a salir y se quedó en la puerta con los papeles en la mano. Así que salí, cogí los papeles, me dijo "bye" y me fui.

Bastante gracioso, si no fuera porque mis papeles estaban secuestrados por él y nunca tuve realmente elección. Al menos me lo pasé bien viendo lo patético que se puede ser por unos dólares. Y me consuelo sabiendo que me devuelven bastante dinero (aunque eso ya lo sabía).

miércoles, 11 de abril de 2007

Poco que contar

Huy, mucho tiempo sin escribir. Estoy en un estado de aburrimiento general estas semanas, viendo pasar los días. A ver si recupero la chispa. Por cierto, me quedan un mes y un día de soltero, y mucho que organizar al respecto.