Al final, sigo sin contrato. Ayer no vi a John en todo el día, y esta mañana me ha llamado para contarme que estaba en el hospital. No sé si es algo grave o no, pero no debe de serlo, porque me ha llamado para darme trabajo.
El caso es que seguro que me renueva el contrato, pero como el hombre se lía con los números, igual le da por poner otros nuevos y bajarme el sueldo. Menos mal que eso no va a pasar sin mi consentimiento. Igual hasta me tengo que pelear con él, cosa que me costaría mucho ahora que tanta espera me ha dejado sin energías justicieras.
También ando ahora mirando lo de la residencia permanente, y es un lío. Necesito mis diplomas de estudios, una partida de nacimiento, y otras cosas varias; y todas ellas traducidas al inglés o francés. O sea, más tiempo y dinero. Aparte de que, siendo para la provincia de Quebec, necesito la autorización provincial y luego la federal, cada una costando 500 dólares y tardando varios meses.
Encima, hay una plaza de profesor en Irlanda, en Belfast concretamente, que seguramente pediré, porque es permanente y me quitaría de incertidumbres durante un tiempo indefinido. Pero sería para irme en pocos meses si me la dan, con lo que cambiaría completamente mis planes. Y también pediré de una vez la acreditación para poder pedir plazas en España, aunque no sé si quiero algo que sólo va a durar unos pocos años antes de que tenga que volver a marearme pensando en el siguiente destino.
Y muchas más cosas, grandes y pequeñas, en las que tampoco sabe uno muy bien dónde se encuentra situado.
A veces cansa eso de no poder ni saber qué va a ser de tu vida en los próximos tres meses. Supongo que es un consuelo el haber pasado por cosas parecidas antes y que todo haya salido bien; o mejor dicho, que yo esté bien, porque de todo se aprende si se quiere. Así que seguiré acumulando paciencia y optimismo tanto como pueda. Seguro que el fin de semana estará bien, con un cumpleaños que celebrar, una visita al festival japonés, y algo de tango también. Y el lunes, ya veremos.